El tema del Congreso es el papel de la familia como 'escuela de derechos humanos', y resulta especialmente oportuno porque numerosos estudios recientes publicados en países de todo el mundo muestran que la familia sigue siendo no sólo la institución más valorada, sino también la que tiene una función más decisiva en el futuro de la sociedad. Como ha señalado el Comité de los Derechos del Niño de la ONU, «la familia es la institución básica de la sociedad para la supervivencia, la protección y el desarrollo del niño». La experiencia de las sociedades más avanzadas demuestra que, en efecto, nada puede sustituirla en una adecuada educación que contribuya al bienestar social. La prevención de la violencia, las adicciones, el fracaso escolar o la criminalidad -por citar algunos ejemplos de lo que en esos países constituyen objetivos de primera magnitud- no la consigue el Estado, ni la escuela, ni los medios de comunicación, si no parte del entorno familiar.
Podrían citarse aquí distintos estudios que muestran como la tutela social que la administración se ve obligada a administrar cuando los menores se encuentran desamparados no logra suplir a esos padres que faltan. Resumiendo la reciente denuncia del informe del Defensor del Pueblo de España en este sentido, el Estado fracasa como padre porque no es esa su función. Y algo semejante sucede cuando se mide la eficacia real de las campañas educativas o informativas. No es que sean innecesarias, desde luego, pero sirven de muy poco si no van precedidas de un ambiente familiar que abone el terreno para que puedan ser escuchadas y libremente aceptadas.
Por eso, los participantes del Congreso hemos insistido en que se necesita un debate profundo que ayude a conocer qué es lo que verdaderamente ayuda a que una familia cumpla con ese cometido, más allá de prejuicios ideológicos o conclusiones simplistas. Está claro que los cambios que ha sufrido el mundo en las últimas décadas tienen algunos aspectos muy positivos, como la incorporación de la mujer a muchos ámbitos laborales y sociales, pero también está claro que se han originado efectos negativos que debemos superar si queremos asegurar esos avances en el futuro.
En Bolivia y en otros países, encuestas recientes han mostrado que muchas mujeres querrían tener más hijos -algo que, además, se necesita para la supervivencia del estado del bienestar y de la propia sociedad occidental-, pero consideran que las circunstancias laborales y económicas lo hacen imposible. Más que las consecuencias más o menos pasajeras de la crisis económica, la causa hay que buscarla en todo un sistema que a menudo no permite conciliar trabajo con vida personal y familiar, y que no facilita la estabilidad en las relaciones matrimoniales.
No se trata de imponer un perfil determinado de familia, ni menos aún de volver atrás, sino de descubrir la familia que de verdad 'funciona', que aporta más felicidad a la pareja, mejor educación a los hijos y más bienestar a la sociedad. Aunque todas las estructuras familiares sean igualmente lícitas y respetables, no todas aportan los mismos beneficios.
En ese sentido, las aportaciones realizaremos en el Congreso académicos, políticos, legisladores, periodistas, funcionarios de instituciones internacionales y miembros de ONGs, padres de familia y ciudadanos comunes pueden contribuir de forma decisiva a ese debate. Por eso se ha dicho que en esta hermosa ciudad española Valencia se convierte, durante estos dos días, en la 'capital mundial de la familia', no tanto porque no haya otras muchas ciudades que reconocen su importancia, como porque el Congreso Mundial está llamado a convertirse en un hito del proceso de definición de la familia moderna.
Resulta esperanzador comprobar así que existe en todo el mundo un número considerable de familias -la inmensa mayoría- que están dispuestas a aportar a la sociedad lo que más necesita de ellas: personas educadas y dispuestas a ejercitar su libertad a favor de todos.
Alejandro Cronmbold y Marcia Trepp
Coordinadores de A3F ponentes Bolivianos en el Congreso Internacional de la Familia.
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