Querían decir, esos analistas, que el punto clave está en su voluntad, en el control de los estados de ánimo durante el partido, en no rendirse nunca ni dar por perdido un punto, en luchar hasta el final, en sobrellevar ambientes adversos o situaciones peligrosas, en levantar tie breek’s.
Y me parece que el análisis resulta muy acertado.
Sin embargo, parece que hay en él algo aún mucho más poderoso que su mente: su corazón.
Ahora nos hemos enterado de que la crisis de juego y resultados que viene padeciendo no tiene que ver principalmente con los problemas en las rodillas. Las dificultades las tiene en el corazón.
Rafa Nadal está sufriendo profundamente una situación muy dolorosa: sus padres se han separado. Y eso le pesa tanto, que no ha logrado sobreponerse y jugar como si no pasara nada.
Me parece que este episodio, por la fuerza humana que revela, encumbra aún más la figura de nuestro mejor deportista. Revela que tiene corazón, y un corazón grande.
No quisiera aprovecharme de este suceso pero, cuando alguno afirma que el divorcio es “una cosa de dos”, habría que recordarle que en la mayoría de los casos es un asunto al menos de tres: el padre, la madre, y los hijos.
Eso es lo que el corazón de Nadal no ha podido aguantar.
José Apezarena.
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