Seguramente todos hemos experimentado cómo determinadas frases, sobre todo leídas, se quedan grabadas en el cerebro. Hace unos años leí una de esas frases magistrales que encierran tanta sabiduria y sentido común que lo mismo valen para hacer una tesis que para andar por casa.
"Omnia videre, multa disimulare, pauca corrigere", o sea, "ver todo, disimular mucho, corregir poco". Se trata de una máxima que sirve para ser aplicada en la vida cotidiana y especialmente en la educación de los hijos.
Parece claro que la labor de los padres no es hacer de perros sabuesos, tampoco podemos andar chupandonos el dedo, pero tenemos la obligación de estar al día de los hijos. De los amigos y ambientes que frecuentan, de su estado de ánimo, de sus preocupaciones, de si son sinceros. Aún así debemos saber que por mucha confianza que tengamos con ellos, es natural que no cuenten todo.
Los padres debemos procurar que nuestros hogares sean lugares donde apetezca estar y nadie se sienta vigilado ni agobiado. Es aquí donde entra en juego la capacidad de disimular cuando la situación lo requiera y la de corregir cuando haga falta.
La sabiduria y el sentido común de los padres nos indicará cuando corregir y cuando callar. El padre eficaz se sitúa entre el padre agobiante y preocupón y el que "ni está ni se le espera".
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