“Amar no es mirarse el uno al otro es mirar juntos en la misma dirección”

Antoine de Saint Exupery

martes, 2 de diciembre de 2008

La fijación de menores con Internet desconcierta a padres y educadores


Los progenitores, que antes limitaban las salidas a la calle de sus hijos, ahora las fomentan - Mar Monsoriu pide que Educación para la Ciudadanía trate del problema Internet ha cambiado los hábitos de niños y adolescentes, y ha desconcertado a padres y educadores. Chicos que pasan horas videojugando, niñas que chatean cuando su familia duerme... Ni cortándoles los cables del ordenador es posible desconectarlos. Se saben lo del Wi-Fi. La consultora valenciana Mar Monsoriu lleva años estudiando estos profundos cambios en el mundo educativo familiar.
En su libro Técnicas de hacker para padres describe la creciente dependencia de Internet de los menores, sin que la mayoría de adultos lo sepan o les importe. "Entre los niños de 10 años el acceso a Internet puede ser casi del cien por cien. Se conectan desde sus casas, las de sus amigos o familiares, o desde el trabajo de los padres. Los niños son expertos en buscarse la vida para acceder a Internet", asegura Monsoriu.

Consecuencia de ese afán son los casos de que trata el Proyecto Hombre de Valencia: "Chavales que se pasan más de 12 horas de cara a un videojuego y chicas obsesionadas por el Messenger que se levantan de madrugada para chatear cuando sus padres duermen. Estadística en mano, hay un incremento de la adicción al ordenador, Internet, los videojuegos y el móvil en menores de todo el mundo".

En sus entrevistas con niños, Monsoriu ha descubierto cosas tan sorprendentes como que un chico a quien otros hagan la vida imposible en la Red preferirá callarse. "Creen que los padres se pondrán histéricos, que no van a ser capaces de resolverles el problema y lo único que harán será quitarles Internet o el móvil", afirma.

El ciberacoso escolar es el principal problema, por delante de la pederastia: "Un señor de Zaragoza me explicó que su hijo empezó a no querer ir al colegio y estar triste. Por lo visto, un compañero de clase le insultaba brutalmente por el Messenger. Él lo bloqueaba, pero el ciberacosador se ponía de nuevo en contacto usando los nombres de usuario de otros compañeros".

La mensajería instantánea es una fuente constante de sustos para los niños y también para las madres; por ejemplo, una descubrió que su hijo tenía dos carpetas de contactos, una llamada Amigos y otra Desconocidos. "Es algo normalísimo", aclara Monsoriu. "El número de contactos se asocia a la popularidad".

"La mayoría de los padres y profesores no saben qué es una red social, ni que sus hijos cuentan su vida minuto a minuto en Twitter", dice la investigadora. La cosa tampoco mejora si los padres saben de Internet. "No se les pasa por la cabeza que su hija se desnude ante una webcam. Todos piensan: 'Mi hija, no".

Puestos a ignorar, los adultos ignoran cómo castigar. Si antes se castigaba a los niños sin salir de casa, ahora se les castiga a irse, para que no estén ante el ordenador. Algo también equivocado, según Monsoriu: "Especialmente en chicos de más de 13 años. Se irán a un cibercafé o locutorio o buscarán una señal Wi-Fi desprotegida de algún vecino".

La razón de fondo de este descontrol es, según Monsoriu, "la falta de comunicación con sus padres y que éstos no den a sus hijos el apoyo y las directrices educativas necesarias. Algunos esperan que sus hijos se autoeduquen en el uso de la tecnología. También, en algunos casos, a los profesores les falta formación. La net-etiqueta debería formar parte de Educación para la Ciudadanía".

La mejor medida preventiva: el ordenador en el salón

Los niños con mayor peligro de meterse en líos cibernéticos son, según Monsoriu, los que sufren falta de atención por parte de sus padres, ya que la buscarán en Internet: "De ahí que haya tantos que caen en manos de pederastas. Hay que tener mucho cuidado con los hijos de matrimonios separados porque el chantaje al que someten a los padres para tener acceso libre les lleva a vivir más malas experiencias".

Otro grupo de riesgo son los adolescentes. "Conozco casos de niños que con cinco años ya están navegando y enseguida acceden al Messenger, pero comparten lo que hacen con los padres. A partir de los 12, se sienten con mayor derecho a la intimidad, pero siguen siendo menores y con conocimientos de informática muy limitados. Ignoran las repercusiones legales y económicas de sus actividades, y creen que porque son niños pueden hacer lo que quieran, porque no van a ir a la cárcel".

Una travesura que en ocasiones ha acabado en tragedia es acceder repetidamente a imágenes pornográficas violentas o desagradables que, afirma la investigadora, "pueden afectarles hasta el extremo de que les deformen su desarrollo sexual normal y, para poder estimularse cuando sean adolescentes, necesiten imágenes cada vez más atroces. Esto explica por qué hay menores en las redes de pederastas que detiene la policía".

Antes de llegar a estos extremos, Monsoriu recomienda: "Hablar con los hijos, llegar a acuerdos, compartir con ellos las máximas experiencias digitales posibles e ir educándolos en el uso prudente de la tecnología". En el aspecto práctico, lo mejor es poner el ordenador en un lugar común del hogar, como el salón; limitar las horas de acceso; supervisar los programas que se instalan, y olvidar la webcam hasta que sean mayores de edad.

Además los padres deberían "adentrarse en Internet, aprender a usar el Messenger y darse de alta en las redes sociales. Cuando los hijos ven que su mundo es también el de sus mayores, suelen hacer un uso mucho más provechoso de estas herramientas". Y hay que saber siempre a qué personas tienen en sus contactos del Messenger.

MERCÈ MOLIST "EL PAIS"2008

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